La Queja del IndioExhalaba ya la tarde su último suspiro,
de repente a lo lejos,
se oye un dulce y melancólico sonido.
¿Alguien sufre? ¿Alguien pena?
¿Qué alma misteriosa y dolorida está vaciando
su amargura en las notas de la quena?
¿Cómo está sufriendo? ¿Cómo estará llorando?
Encogida y temerosa en el barbecho
escucho el sonido que es más que suave,
como si fuera el triste aletear de un ave
o el murmullo de las aguas
que gimen doloridas en su lecho.
Es la queja del indio de mi Tierra,
el del poncho, el sombrero,
las "ojotas" y el pañuelo,
el del rostro tostado
bajo el Sol de la faena
y la mirada firme, sin nieblas
ni brumosos horizontes,
que no tiene a quién confiarle su tristeza.
¿A su Inti? ¿para qué? Si no lo atiende,
prefiere decírsela a sus vacas, al arroyo,
a la siembra, a la campiña, a la ladera.
Y así, libre del peso de su pena,
sedante el remolino de su queja,
mirando los atardeceres sin confines
de su franca tierra sin dobleces,
su esperanza se torna de esmeralda,
y deja atrás su paso de poeta:
Un manojo de Amor, incomprendido,
y un Reguero de Ensueño, hecho cenizas.
Clorinda Sidia (1912 - 2006)Poema laureado en Los Juegos Florales, 1936
Piura
Mi tía abuela, Clorinda Sidia, escribió este poema hace 72 años cuando tenía 24 años. Yo tenía el pequeño poemario que ella publicó algunos años atrás y que ella me había regalado en una de mis visitas a Lima, pero que nunca había leído con detenimiento. Mientras arreglaba algunos papeles en mi oficina acá en Oxford me encontré con el libro y quedé maravillado con su primer poema que ahora comparto con ustedes.
La fotografía es del peruano Martín Chambi