Yuyaychacuna

febrero 07, 2006

A Propósito del Centenario del Nacimiento de Dietrich Bonhoeffer


A Propósito del Centenario del Nacimiento de Dietrich Bonhoeffer
04 de Febrero 1906 – 04 de Febrero 2006
“...ni siquiera merezco agacharme para desatar la correa de sus sandalias”
Marcos 1.7b

Por José Mendoza

La presencia moral y espiritual de Dietrich Bonhoeffer no se ha desvanecido a pesar de que estamos conmemorando 100 años de su nacimiento y que él haya sido ajusticiado por los Nazis hace más de 60 años atrás. Su testimonio es recordado por los cristianos de todos los espectros, y aunque su historia y sus pensamientos llegan a cautivarnos, yo creo sinceramente que estamos muy lejos de este mártir cristiano del siglo XX.

Establezcamos un poco el contexto en que Dietrich Bonhoeffer se desenvolvió. Europa vivió cambios cataclísmicos durante las primeras décadas del siglo XX. Virtualmente cada aspecto de la sociedad experimentó algún tipo de transformación durante esos años. El levantamiento de agudos nacionalismos y profundas disputas económicas dieron lugar a la sangrienta Primera Guerra Mundial (1914-1918). La depresión económica y la inestabilidad política que se suscitó después de la guerra trajo como consecuencia al levantamiento del fascismo y el nazismo. La falta de oportunidades, las carencias económicas, el desencanto social, y las pugnas políticas no dejaron que hubiera paz por mucho tiempo en el viejo continente. La Segunda Guerra Mundial fue declarada en 1939 y duró hasta 1945. En esos dolorosos años más de 62 millones de personas perdieron la vida.

Larry Rasmussen sostiene que ‘los sanguinarios eventos en Europa en los 30s y 40s revelan la ruina de los puntos de referencia culturales, religiosos e intelectuales [europeos].’ Nadie se pudo oponer, o quiso oponerse, a los avances del Nazismo en Alemania. F. Burton Nelson afirma que los líderes religiosos, profesores universitarios, la prensa, los abogados, los industriales, y hasta los miembros más inteligentes de las fuerzas armadas fueron incapaces de enfrentar la tremenda fuerza de poder y autoridad de Hitler y sus huestes.

Esos tiempos tremendamente confusos afectaron a toda la sociedad, y la iglesia no pudo escapar de esa influencia arrolladora. De la iglesia era poco lo que se escuchó en términos de oposición a la propuesta de destrucción, odio y muerte planteada por el poder. La iglesia, al igual que la mayoría de la población, estaba cansada de la incertidumbre política de los años pasados, se sentía humillada por la derrota sufrida en la guerra, y porque no decirlo, se sintió atraída por parte del discurso nacionalista y eufórico de Hitler. Todo esto llevó a la iglesia protestante a jurar lealtad a Hitler en 1939. Es necesario aclarar que no todas las iglesias sucumbieron a la fuerza Nazi. Muchas iglesias fueron perseguidas y sus líderes apresados o forzados al exilio.

Ahora tratemos de identificar a Dietrich Bonhoeffer, Él provenía de una familia con una tremenda tradición cultural y académica. En ambos lados de su árbol familiar se puede encontrar una gran herencia intelectual y artística. Durante sus años adolescentes, Dietrich pasó mucho tiempo leyendo libros de filosofía y religión, y también cultivando su talento musical con el piano. A los 17 años entró a la Universidad de Tubinga (1923) para luego seguir tres años de estudios teológicos en la Universidad de Berlín, y finalmente pasar un año en el Union Theological Seminary de Nueva York.

El tiempo de estudios de Bonhoeffer estuvo matizado con viajes a diferentes lugares. Esos viajes le permitieron, por lo menos en parte, evitar el exacerbado nacionalismo de la sociedad alemana de su tiempo. Por ejemplo, fue en Barcelona en donde pudo tomar contacto con el drama de la pobreza humana. En Nueva York tuvo la oportunidad de conocer a Reinhold Niebuhr quien lo desafió a pensar en la necesidad de participación de la iglesia en los problemas de la sociedad. Edwin Sutz (suizo), Jean Laserre (francés), y Paul Lehman (norteamericano), le enseñaron acerca del pacifismo cristiano, y a apreciar la lucha por los derechos civiles y la justicia económica. Frank Fisher, un pastor afro-americano, le mostró la realidad de la Iglesia de Harlem donde aprendió que la adoración y la predicación no pueden estar ajenas a la realidad que la comunidad cristiana y sus miembros están enfrentando día a día. Durante ese tiempo, algunos biógrafos arguyen que Bonhoeffer experimentó algún tipo de avivamiento o conversión espiritual. Más adelante, y por 18 meses, él fue pastor de dos congregaciones alemanas en el corazón de Londres. Mientras estuvo allí, Dietrich tuvo la oportunidad de visitar varios monasterios anglicanos y un centro Cuáquero. Entre sus viajes también se encuentran visitas a Roma, México y varios países europeos.

A la mitad de la década de los 30s, Bonhoeffer participó en varias conferencias ecuménicas. En Fanö, una isla de Dinamarca, él predicó su sermón, ‘La Iglesia y los Pueblos del Mundo,’ en la cual exhorta a las iglesias a aceptar su responsabilidad como pacificadores. Algunos autores señalan que incluso sintió cierta atracción por el pensamiento pacifista del Mahatma Gandhi.

Hans von Dohnanyi, su cuñado, era secretamente uno de los líderes del Abwehr (Defensa – un grupo de resistencia contra el Nazismo) y fue el que involucró a Bonhoeffer con los movimientos de resistencia. Él se convirtió en unos de los miembros civiles de esta organización hasta su captura el 9 de abril de 1943. Entre sus funciones estaban la red de comunicaciones con diferentes círculos dentro del movimiento de resistencia. Aunque dentro de la organización se estaba planeando el asesinato de Hitler, su mayor preocupación era el problema de la reconstrucción y la educación en la futura Alemania de la post-guerra.

A pesar de los difíciles tiempos que le tocó vivir, él nunca perdió interés en seguir desarrollando su mente y su espíritu. Mientras estuvo en prisión, él leyó innumerables libros, escribió cartas, poemas, una novela y una obra teatral. Y junto con todo esto, Bonhoeffer persistió en una intensa búsqueda personal y espiritual que quedó plasmada en todos sus escritos.

Uno de los más grandes legados teológicos de Bonhoeffer tiene que ver con su triunfo sobre el gran error del protestantismo alemán que tenía una visión absurda de la dicotomía entre lo sagrado y lo profano. Él llegó a afirmar que éstas no eran dos realidades sino una sola, y que esa única realidad era la realidad de Dios, la cual se hizo evidente con la encarnación de Jesucristo. Como resultado, la realidad de Cristo envuelve la realidad del mundo en Cristo mismo. Bonhoeffer hace de la visión de un mundo reconciliado en Cristo un principio teológico fundamental. La realidad es ver el mundo tal y como ha sido aceptado por Dios en Jesucristo. Por lo tanto, la iglesia debe conformarse a Cristo, y sus acciones tienen que estar en concordancia con la realidad, o en genuina consideración de las circunstancias que la rodean.

La gran pregunta ¿quién es Cristo para nosotros Hoy? es respondida cuando afirma que Cristo es el centro de la existencia humana en tres maneras: (1) estando allí por los hombres, (2) estando allí por la historia, y (3) estando allí por la naturaleza (Bonhoeffer, Cristología). Bonhoeffer dijo, ‘todo depende de Cristo quien está presente con su iglesia como una persona en el espacio y el tiempo.’ Por lo tanto, la iglesia es realmente iglesia sólo cuando, siguiendo a Jesús, está allí para los demás. Nosotros venimos a ser la iglesia cuando asumimos nuestra responsabilidad como una ‘respuesta realista a las demandas de Dios y del prójimo.’ La iglesia cristiana no se establece a sí misma fuera de la realidad del mundo. La espiritualidad de la iglesia no es un fin en sí misma. Por el contrario, nuestra espiritualidad tiene que ser desarrollada en el terreno de la realidad y sólo la realidad. Dietrich Bonhoeffer fue absolutamente claro cuando afirmó: ‘No existe una posibilidad real de ser cristiano afuera de la realidad de este mundo, y no hay una real existencia en el mundo fuera de la realidad de Jesucristo... cualquier intento de escapar del mundo deberá, tarde o temprano, ser pagado con una pecaminosa rendición al mundo.’ (Bonhoeffer, Ética). El llamado a la iglesia es a probar que el mundo es todavía el mundo que ha sido reconciliado con Dios a través de Jesucristo.

Otra gran pregunta que Bonhoeffer trató de responder fue, ¿Cómo nosotros podemos vivir la vida cristiana en el mundo moderno? Para responder esta pregunta, primero debemos tratar de recuperar un correcto entendimiento de la mutua relación entre gracia y discipulado. El primer componente es ‘gracia’ porque Dios dio a su propio Hijo en propiciación por nuestras vidas (Bonhoeffer, El Costo del Discipulado). Esta gracia nos fuerza a vivir en completa y obediente comunión con Dios a través de un proceso de aprendizaje llamado ‘discipulado.’ Creer intelectualmente en Jesucristo no es suficiente. Nosotros estamos llamados a obedecer sus palabras y vivir de acuerdo a los valores del Reino de los Cielos. A través de ese proceso Jesucristo nos enseña desde cómo orar hasta cómo vivir una vida comprometida. El resultado será conseguir una vida de auto-disciplina que nos permite salir del círculo vicioso de nuestro propio egoísmo. Sin embargo, desde el punto de vista de Bonhoeffer, es necesario aclarar que esta rectitud no es un fin en sí misma. La rectitud que se alcanza en el discipulado no debe ser vista como una virtud personal que nos permite juzgar el mundo como si nosotros fuéramos el criterio objetivo que hace evidente la distorsión en la que éste se encuentra. Por el contrario, los discípulos son bendecidos como instrumentos de Dios para mostrar misericordia y poder brindar paz porque aquellos que siguen y obedecen a Jesús han renunciados a su propia dignidad (tal como lo hizo Jesucristo) y se han entregado a otros, ayudando al necesitado, al miserable, al despreciado, redimiendo al mundo en Jesucristo.

Sin lugar a dudas, la espiritualidad de Bonhoeffer estuvo completamente vinculada a sus reflexiones teológicas que nacieron bajo dramáticos acontecimientos. Su espiritualidad fue desarrollada como respuesta directa a las desafortunadas circunstancias de su tiempo e historia. Sin embargo, sus reacciones no fueron débiles, acomodaticias o derrotistas. Él, más bien, valoró sobremanera la gracia de Dios en la que él mismo se sostenía y pudo llegar a experimentar un genuino e intenso compromiso cristiano producto de sus disciplinas espirituales en el discipulado. Vivir de otra manera hubiera significado hacer de la gracia algo barato que sólo se basa en pensamientos inspiradores que no transforman radicalmente a la persona en un instrumento de Dios.

Dietrich Bonhoeffer vivió una espiritualidad inmersa en la realidad, ‘viviendo completamente en este mundo,’ como él mismo dijo en una de sus cartas escritas desde la prisión en Tegel. Él sabía que el ‘único medio para seguir a Jesús era viviendo en el mundo.’ (Bonhoeffer, el Costo del Discipulado). ¡Qué diferente a nuestras pseudo-escatólogicas, templocéntricas y auto-centradas respuestas que nos hacen vivir una espiritualidad incapaz de percibir la realidad como fuente de inspiración cristiana! Usando un término moderno, Bonhoeffer vivió una ‘espiritualidad aterrizada.’ Y esto no era simple retórica escrita bellamente en uno de sus libros o expresada en el cálido ambiente de una conferencia repleta de oyentes sumisos. Nosotros podemos encontrar la espiritualidad de Bonhoeffer reflejada mientras él estaba asumiendo compromisos directos con su gente y su país, y también mientras él entrenaba a sus estudiantes en Finkenwalde (un seminario que funcionaba en la clandestinidad) a vivir un cristianismo comprometido y profundo.

Indirectamente, su enorme poder espiritual también puede ser visto en la enorme pasión cristiana que desarrolló mientras estuvo en la prisión. Durante ese tiempo se dedicó a realizar labores pastorales con otros presos y con los guardias de la prisión. Él también pasó mucho tiempo leyendo, escribiendo cartas y manuscritos. Durante los ‘tiempos de prueba’ (Bonhoeffer, Vida en Común) él finalmente logró hacer de su espiritualidad algo más grande que su propia desdicha.

Podría ser sumamente tentador el elaborar una imagen simplificada de Bonhoeffer como un santo que vivió completamente separado del mundo y sus circunstancias. Pero si nosotros seguimos con atención los diferentes vértices de su propia vida, nosotros podemos encontrar a un verdadero ser humano con todas las luces y sombras que un hombre o una mujer auténticos pueden alcanzar. Por ejemplo, ya tarde en su propia vida, Dietrich se enamoró de una bella y joven señorita con la seguramente pensaba casarse y formar una familia. A él también le encantaba jugar tenis de mesa, y lo hacía mejor que cualquiera, y disfrutaba sobremanera con la música. Él era simplemente un hombre de verdad, con una mente inquisitiva que nunca perdió la curiosidad. Su enamoramiento tardío nos habla de un hombre que quería vivir (como cualquiera de nosotros) y que seguramente temblaba ante sus propias dudas y quebrantos. Dietrich Bonhoeffer fue un hombre que llegó a decir:

¿Quién soy yo?
Ellos se burlan de mí,
Esas solitarias preguntas mías.
Quienquiera que yo sea,
Tú me conoces, oh Dios,
Yo soy tuyo.

Dietrich Bonhoeffer desarrolló una contundente respuesta cristiana a pesar de las incertidumbres de su tiempo. Para él, seguir a Cristo en el mundo era la única manera de ser cristianos efectivos. Su acercamiento práctico al tema devocional en su libro ‘Vida en Común’ es una obra maestra de teología práctica que nosotros debemos re-leer continuamente. Bonhoeffer no tuvo tiempo ni oportunidad para crear instituciones cristianas o productivos programas o ministerios. Sin embargo, él fue un fructífero ministro y teólogo cristiano. El impacto de su testimonio está basado en la claridad de sus palabras y en la fortaleza de su compromiso. Él peleó en contra de una estéril sociedad religiosa ‘cuyos combates por sus propios intereses la hacen cesar de ser la iglesia de Dios y del mundo.’ (Bonhoeffer, Ética).
Bonhoeffer nunca abandonó su propio país a las fuerzas diabólicas que lo estaban destruyendo. Él pudo haberse quedado en el extranjero mientras su país se desintegraba, pero el costo del discipulado que él aprendió de Jesucristo lo obligaba a tomar su cruz y renunciar a sus propios privilegios, tal y como Jesucristo mismo también lo hizo. Heinz E. Tödt dijo que, ‘él fue el único quien consideró la solidaridad con los judíos, como una materia de suprema importancia que podría aún obligar a las iglesias cristianas a arriesgarse a sufrir un grave conflicto con el estado – un conflicto que podía amenazar su propia existencia.’ Rassmussen dice que Bonhoeffer es uno de los primeros teólogos protestantes que afirma que los derechos humanos son parte esencia de la ética cristiana. Su directa participación en la resistencia alemana fue una evidente manifestación de sus convicciones morales cristianas.

La praxis de Dietrich Bonhoeffer está enraizada en dos principios fundamentales:
La iglesia no debe predicar sólo principios eternos, que son válidos, sino también mandamientos que sean válidos hoy. Para nosotros Dios es siempre el Dios de hoy.
‘Esto yo he aprendido de mis reuniones y amistad con Bonhoeffer: Nosotros debemos ser no-piadosos en una forma terrenal y piadosos en una forma no-terrenal... Ser terrenal en una manera no-terrenal, para no caer en las rutinas de este mundo; ser piadoso en una manera no-piadosa, para no clericalizar la iglesia, que es libre en Cristo, y el mundo que es en Cristo libre y reconciliado...’ (Hammelsbeck)

Finalmente, yo mismo tengo que ponerme bajo el prisma de Dietrich Bonhoeffer. Como sudamericano y como peruano yo debo reconocer que por los últimos 25 años mi región y mi país han vivido, y siguen viviendo, dramáticas circunstancias. Guerras, crisis de todo tipo, hambre, desigualdad e injusticia son el pan de cada día en nuestros adoloridos países. Quizás las circunstancias no sean comparables con las de Bonhoeffer, pero después de haber leído acerca de sus circunstancias y ver como se desenvolvió su vida con coraje y compromiso, yo me pregunto a mí mismo, ¿Por qué mi generación y yo mismo no hemos reaccionado con la misma energía y sabiduría con que lo hizo Dietrich Bonhoeffer en su tiempo?

Me pregunto esto porque pienso en los cientos de pastores, líderes de iglesias, profesores de teología, y centenares de miles de simples cristianos que vivieron las mismas circunstancias que vivió Bonhoeffer, pero que simplemente siguieron celebrando sus servicios dominicales, orando, ayunando, adorando, enseñando, y siendo mutuamente consolados. Ellos no tuvieron la altura y la visión de Bonhoeffer, y probablemente ellos estuvieron tan asustados como lo hubiera estado cualquiera bajo tales presiones. Por eso es que no dudo que su cristianismo logró consolarlos y darles esperanza, pero nunca llegó a ser la sal y luz que Jesucristo hubiera esperado que su iglesia fuera en esos difíciles momentos. Ellos sirvieron diligentemente al Señor sin darse cuenta que finalmente se estaban sirviendo a ellos mismos y no al prójimo como lo manda el evangelio.

En una película es muy fácil identificarse con los ‘buenos’ más que con los malvados. Nosotros preferimos el papel de Bonhoeffer más que el del oscuro protagonismo de los supuestos traidores de la iglesia estatal alemana. Pero mi experiencia me ha mostrado que yo tiendo a parecerme más a un pastor luterano de la Alemania Nazi de 1944 que a un cristiano como Dietrich Bonhoeffer. Por eso es que mi gran desafío es tomar la vida y los pensamientos de este cristiano como una guía que me permita, ‘tomar seriamente no sólo mis propios sufrimientos, pero los sufrimientos de Dios por el mundo – mirando el mundo con Cristo en el Getsemaní. Yo pienso que esto es fe; esto es metanoia [arrepentimiento].’ (Bonhoeffer, Cartas desde la Prisión)

Nuestra gran responsabilidad es demostrarle a nuestra generación que el mundo es todavía el mundo por el cuál Cristo se ofreció totalmente. Esto no significa que ahora estamos para juzgarlo producto de nuestra renovada justicia, y menos apartarnos debido a nuestra reverdecida espiritualidad. Más bien, como discípulos del Señor debemos mostrar la misma misericordia que él mostró, y poder llevar paz a donde existe hostilidad, aun al precio de perder nuestra propia dignidad. Eso fue lo que hizo Jesús, y nosotros no podemos ser diferentes. Ya lo había dicho el apóstol Pablo: “... en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados y encargándonos a nosotros el mensaje de la reconciliación” (2 Corintios 5:19). Para que este mensaje de reconciliación cobre significado, los cristianos deben permanecer en el mundo, justo allí en donde podemos observar la necesidad de una verdadera y necesaria reconciliación. ¿Dónde será esto? Pues en cada centímetro cuadrado de nuestro pequeño Planeta Azul.

2 Comments:

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    By Anonymous Anónimo, at 10:01 p. m.  

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